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Patrick S. Westcott

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Mensaje  Patrick S. Westcott Vie Dic 31, 2010 8:49 am

Nombre Completo:
Patrick Sean Westcott Jones

Alias:
El Duque, Duche.
Pat, Amor y Cariño - a veces por Pier.

Edad:
56 años.

Fecha de nacimiento:
Enero, 8 de 1954.

Nacionalidad:
Inglés.

Sexualidad:
Bisexual.

Sentencia por:
Delitos Económicos y Fraude.

---------------------------------------------

Descripción física:
Spoiler:

De aspecto severo, la aparición de una débil mueca semejante a Mona Lisa es notable. Labios rectos que denotan en lo alto una sonrisa, por lo bajo los rasgos del regaño. Sin ser los anteriores expresivos, la atención del afilado rostro se posa en unos destellantes ojos que alguna vez fueron completamente azules. Con estos de nacimiento, un pequeño accidente dilató la pupila de su ojo izquierdo, dándole un tono minuciosamente pardo que afectó a su vista disminuyéndola considerablemente –no al extremo de extirpárselo. Son poblados por notorias arrugas en el extremo de los orbes. Cejas bien alzadas en forma de “V” invertida, dan al hombre un aspecto pícaro y salvaje, que se acrecienta con un tabique delgado centrado en la faz, que al girar detalla la gran curva de su proporción aguileña.

Entre el cabello las raíces se marcan castañas. Alguna vez lo trajo largo y rubio, pero con el pasar del tiempo en el calabozo, prefirió optar por lo cómodo y cortó a ritmo de navaja hasta dar el resultado. Puntas brillantes y patillas duras, vello facial despreocupado que emerge entre canas y el color natural. Pocas pestañas parece tener, por lo claro de las mismas, más no poseen ciencia alguna.

Alto, por lo que suele resaltar por el porte de príncipe inglés –un metro noventa y uno- posee piernas delgadas que asemejan ello por los largos huesos. Con hombros normales, pecho firme bien trabajado, con la marca entintada de un tatuaje sobre el pezón izquierdo: La imagen de un cerrojo encerrando el primer nombre de su pareja –arte que realizó en su ausencia. Resalta bastante con disipados tonos azules, sobre una piel pálida solo tostada alrededor de los músculos.

Finalizando, lo que más le acompleja en su excelente cuerpo de cincuenta y seis años, es el notorio detalle de una cicatriz producto de una mordida –unos pequeños dientes parejos. Sumándole también, la forma en que suele ocultar las enormes cualidades de su entrepierna.

Descripción psicológica:
Puro como el Crack, ligero, refinado y sensorial. Mezcla perfecta entre cordialidad, espontaneidad y credibilidad -que muchas veces termina en reproches o malos manejos- Así es la personalidad de Patrick. No suele darle importancia a las cosas más feroces de la vida, sin poder diferenciar entre una pequeña herida o el destrozo garrafal de un error. Capaz de apostar en la misma balanza la marca de cigarrillos que compra y la muerte de su padre, las represalias o que ropa elegirá para hoy. Porque claro, no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Suele ser amable, gracioso y sin sentido –solo en apariencia y con quienes gana confianza- ya que al abrir la boca un hombre maduro se planta, sabio y lleno de detalles maravillosos, pero completamente severo. Muy atento –tal vez en demasía- llegando a ser molesto o a recibir regaños por sus coqueteos descarados, aunque trata siempre de apretar su corazón para que este suelte el nombre del hombre que lo tiene paralizado –ya que no es capaz de latir por nadie más. Irresponsable en todos sus ámbitos de la vida: desde el tiempo, con su espacio y las personas que lo rodean, especialmente cuando creen que van en perfecto estados y se ciega a cualquier posibilidad de fracaso.

Su vida sin duda alguna es como un carril a mil por hora que necesita ser enfilado. Y habiendo experimentado varias caídas durante la vida, es de los mártires que gozan con sus equivocaciones, añorándolas cuando estas se ven lejanas a suceder nuevamente. Un falso sin remedio, que no acepta de consejos –o solo hace como que los tomara en cuenta- más es habilidoso con guiar a los demás.

Construyendo en soledad su propia vida, la necesidad de liderazgo es algo temprano en él y que nace con facilidad a la hora de problemas. Gracias a su vasta paciencia –virtud de aquella tranquilidad- está la eterna capacidad de la presión, pudiendo trabajar bajo estrés desmedido sin alterar si quiera su grata sonrisa o sus despectivas cejas. Por otro lado y debiendo resaltar el grado de promiscuidad, no es algo que oculte, ni necesite hacer realmente. Todo depende de la necesidad impulsiva que sienta ese día y del maldito orgullo que lo corroe por saberse habilidoso con las mujeres, pero está consciente de que los encuentros se hacen cada vez menores “No podría seguir engañándolo” asegura. Sí que es un romántico detallista con el ser más importante en su corazón, llegando a ser vulgar a la hora de amar, tosco y hasta peligroso. Dañino en el sexo, egoísta y celoso. Abusador, pero conoce a su pareja tan profundamente que la complementación no es acto de dolor –o tal vez sepa combatirlo. Agresivo cuando está drogado o alcoholizado, una persona que sin ser diferente, sorprende con el punto muerto que puede demostrar en su alma, eso que rompe todo el esquema que muchos aman –Pier- llegando a ser hiriente, despiadado y manipulador. Y sin echarle la culpa a los medicamentos, a veces, en extremos casos abusa de su maldad para lastimar a consciencia. En conclusión, es una persona imaginativa y creativa, que sorprende con una que otra estupidez impropia de su edad, pero que así lo hace totalmente atrayente.

Manías:
-La mayoría de las veces y si no tiene nada que agarrar, frota sus manos una contra otra con gesto de calentarlas.
-Toser como un enfermo cuando está nervioso o se siente descubierto, en los momentos de tensión suele acompañarlo del desvío de la mirada, la cual rápidamente regresa a su sitio y así repetidamente.

Historia:

Los problemas de Westcott empezaron desde su nacimiento. Con una madre adicta al Crack y una figura paterna muy ausente, pero no desaparecida. Este volvía por las noches para golpear a su mujer –apelando a su dependencia sustancial- la mechoneaba delante del pequeño apenas de un año. Patrick creció en un ambiente sin amor, donde con corta conciencia solo confiaba en el tiempo y en la capacidad de su propio corazón, aforo que creo desde entonces: ignorar. Siendo aquella falta de respeto que llevó a su visión empeorar, regalándole un bonito recuerdo para toda la vida, y suertudo usó de ello para su beneficio.

Fue una noche en la que el padre trabajólico de ansias, llegó a casa gritando al aire. Presentía y como buen perro olfateó el Crack que la mujer consumía. Pateó la puerta incrementando su rabia. Quién sabe cuánto guardaba ese hombre, cuanta frustración de ver a su mujer sometida y sumergida a un mar de incertidumbre y abandono. Más si este no la dejaba, su hijo no comía, si su hijo no comía ella no sufriría. Comparación que rondaba en la corta conciencia de un esquelético niño, y gracias a ello el hombre daba más escusas para maltratar a la mujer.

“-Este niño no come y todo es tu culpa perra…-”


Cuando encontró la puerta pillada, la echó abajo sin contenerse y al primer manotazo que dio, el joven Westcott se interpuso. Recibiendo de lleno el castigo del furibundo padre. Hubo solo un resultado: Los atrayentes ojos lobeznos de Patrick, el color pardo adquirido por la pupila dilatada, un daño en la musculatura del ojo y pocas venas reventadas. Así que bien, su padre es el culpable de la fuerte desdicha del chico, pero Sean se convence del acto de echar la culpa. Por algo piensa en las casualidades.

La vida entristecida no fue nunca para Westcott eso. Veía todo de una forma tan búfana que sus compañeros no lo tomaban enserio, aunque poseyera una vasta inteligencia. Siempre eran atraídos por su superficialidad, cuando empezó a influenciarse por la época, larga muestra de banalidades a la sombra de la crisis monetaria –Recuerdos que Pier logró traer a la luz en largas conversaciones.

En casa no existía la tranquilidad. Su padre había sido despedido, encontrado otra mujer con la cual saciar su sed de la familia perfecta. Su madre por otro lado, estaba perdida en las calles y no era lo suficientemente consciente para volver a casa. Patrick muchas veces salía, con solo catorce años para meterse en los barrios más peligrosos de Liverpool, en busca de quien fuese la que lo alimento de seno cuando era pequeño.

Siendo hermoso de naturaleza y bastante inocente, comenzó a entender a su madre solo por el olvido de su padre, pasando momentos más largos en su compañía y precisamente de las drogas que tanto habían afectado su niñez. Pero de a poco, fue entendiendo lo que era fácil y la excitación que ello conllevaba, particularmente atrayente para un adolescente.

Comenzó a crecer y no era un bolígrafo lo que llevaba en las manos, ni la pequeña lonchera lo que traía en la mochila. Constituía su bolso escolar un buen revolver y kilos de cocaína. De a poco fue entendiendo que si seguía así – y prontamente adicto- la vida de su madre no sería muy fructífera ni alejada de lo que esperaba. Para nada fructífera.

Y todo fue un golpe maestro. Como en un juego de Poker en donde todos se miran las caras e intentan revelar la máscara bajo la piel y seguir con la estúpida paradoja. Westcott solo se mantenía de brazos cruzados entre su chaqueta de cuero, con aquel grupo de gánsters. Con veintitrés años, de pronto sabía lo que exactamente debía hacer y ante una indirecta aceptación de varios camaradas, este se sentó y unió a la ronda de Poker. Nueve rondas de corrido, nueve veces las copas llenas y entre las risas de sus ardientes combatientes –entretenidos con tocarle el culo a las putas- Patrick conservaba su careta con los dedos en perfecto lugar sujetando sus cartas, un solo cigarrillo se permitió fumar y si lo hacían beber, no le importaba dejarlo caer por la comisura de la boca y empaparse mientras sus cartas le cubrían el rostro. Los peces gordos comenzaron a caer, cuando el joven amateur comenzó a contar, cuando las formulas empezaron a fluir dentro de la mente. A pasos de soldados la revuelta se armó, pero era de esperarse: El carisma de Patrick había amansado a las putas, había intimidado a los peones y condenado a los hombres más regios del mundo de las armas.

-“Bien, ¿Qué quieres de nosotros? ¿Todo? ¿Te das cuenta que eres un chiquillo tonto? No llegarás lejos si sigues con este juego”-

Dijo uno de los más centrados viejos. El Duque asintió, y esbozó una sonrisa cuando los gatillos de sus propios camaradas amenazaron a los hombres y contestó:

“-Solo vengo por un negocio, un negocio que puede salvarles la vida-” Todo se concretó.

Se posicionó en uno de los más privilegiados puestos de narcotráfico. Trata de blancas y especies finas, armas por sobre todo. Gustaba de la acción y el control empresarial siendo la cara visible de una organización multinacional. Aspiraba a lo alto mientras en lo personal constituía la vida tranquila y pacífica en los Estados Unidos. No paso mucho tiempo en estar casado y apellidar a su primer y único hijo.

Pero tan rápido podía calcular un envió de armas a Bagdad y como esconder su logo. O en como persuadir a algún guardia en el aeropuerto internacional para traficar indebidamente órganos humanos, su vida amorosa empezó a deteriorar y forjar el destino con lo que sería su fuerte perdición, la mayor equivocación y lo más hermoso de su vida.

Patrick tenía un amigo, Holandés que se encargaba de traspasarle contactos bastantes persuasibles y si es que llegaban a desaparecer no tendrían a nadie que alarmar. De apellido Gerlofs el hombre comenzó a sufrir una crisis y como buen amigo Patrick supo ayudarlo con una simple casualidad.

–“Mi hijo está pasando por nuestra separación, el no sabe que me preocupo y no quiero discutir ni quedar mal, ¿Podrías ir por él? Es igual a Elizabeth , lo reconocerás”-

No podía negarse, a pesar de tener la débil sensación de ser perseguido no podía negarse. Esperó en el hangar a que el niño descendiera y lo que vio terminó con su corazón como la peor balacera que le hubiesen dado en la vida, solo que esta le gustó. Los ojos nerviosos del chico, la mano que sostenía su maleta o las gotas de sudor que bajaban por la frente despejada y de despeinadas cejas. Los labios acompañados de una película de brillo y las mejillas sonrojadas. Lo vio y pronto estuvo abordado por el propio chico de quince años, que pedía ayuda. Se sonrió y le explicó con detalle que ahora viviría con él.

-“Quince años, era un juego inocente que me descolocaba despertando sospechas de mi mujer. A los dieciséis, una confesión que contentaba y rompía ambos corazones mientras su padre intuía lo que su amigo estaba sintiendo. A los diecisietes jamás volví a ver la luz del día, pero contemplé las oscuridades más profundas del cuerpo de mi joven amante”-

La puerta se abrió en ese momento, cuando toda espera estaba por concretarse, cuando el degenerado hombre robaría del menor algo que jamás recuperaría, más solo se ganó una fuerte balacera directo en las piernas. La mujer lo había denunciado, lo había arruinado junto con su propio amigo y un informante del FBI. Cargos fuertes que fueron agravados por Pedofilia.

-“Robo con intimidación, Asesinato, Fraude, Homicidio Frustrado, Abuso de Poder, Adulteración de documentos, Robo de identidad, Tratados ilícitos, abuso sexual de menores, entre otros”-


Fue la gran lista que se escuchó dentro de la corte, y lo que pobló la mente y corazón vacío de Patrick mientras caminaba por los pasillos de la cárcel.

“-Abuso de menores”-


Se sonrió, al menos sabía que ambos estaban consientes de todo eso, pero llegó a odiar a Pier y soltar más de alguna lágrima por sentirse traicionado, todo era claramente una trampa.

Más un día se armó de valor luego de haberse tatuado a fuego lento el nombre del menor sobre el corazón –literalmente. Cogió el teléfono de uno de los reos más antiguos a cambio de un reloj y lo llamó: ¿Correccional? ¿Liberarlo? El chiquillo no lo había olvidado y eso contento el espíritu de Patrick aceptando todo tipo de orden y ofensa para alivianar su larga pena perpetua. Pero todo anhelo de libertad se hizo rota, cuando entre los pasillos de las nuevas presas un rostro completamente familiar se alzó por sobre el resto. Ambos se reconocieron, más Patrick dio la espalda.

-"Eres un estúpido, pero te amo"-


Horas, hasta milagrosamente tenerlo con él en la celda. Obligo a su ex compañero de celda a dejar su posición y el primer gesto de amor hacia el menor fue un derechazo bien marcado contra su mejilla. Patrick sentía todo destrozado, más luego se lamentó al escuchar la patética excusa del amor. Bien, tal vez él también hubiese hecho lo mismo.

Sin importar ya las palabras, tomó a Pier esa noche, cubriendo cada rastro de su cuerpo para que ojos ajenos no lo observaran. Caló profundo en él marcando su nombre, mientras el adolorido y excitado joven rasguñaba su propio nombre sobre el pecho de Pat, regalándole una fuerte mordida que sellaría el desastroso destino que habían elegido. Más al menos, era solo de los dos.

Otros:
-Lleva ocho años de relación formal con Pier B. Gerlofs.
-Sabe tocar perfectamente la guitarra y el piano, más es nulo en instrumentos de viento.
-Es capaz de calcular rápidamente grandes operaciones matemáticas sin usar ayuda alguna.
-Suele drogarse a espaldas de su pareja, pero intenta no hacerlo.
-Si prueba el jugo del tomate cocido sufre crisis respiratorias por culpa de una alergia.
-Lo que más le deleita: La voz de Pier a cada momento, especialmente cuando ríe o gime.
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Patrick S. Westcott

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